Trasplante de cerebro e identidad personal

Por Manuel Alfonseca Doctor Ingeniero de Telecomunicación y Licenciado en Informática, Profesor Honorario de la Universidad Autónoma de Madrid, Publicado en el Blog Divulgación de la ciencia, el 30 de Marzo de 2017.

En el artículo anterior hablé del trasplante de cerebro, pero quedó pendiente considerar el problema de cómo afectaría un trasplante cerebral a la identidad personal. ¿Está nuestra identidad asociada al cerebro, y por tanto pasaría a un cuerpo diferente en caso de trasplante cerebral? ¿O podría ocurrir algo distinto?

En primer lugar, debo hacer constar que esta disquisición no es científica, sino filosófica, pues por el momento el trasplante de cerebro es pura ciencia-ficción. Ni es factible ahora, ni parece probable que llegue a serlo en bastante tiempo, suponiendo que sea posible realizarlo con éxito. O sea, que estoy apoyándome en el vacío, eso mismo que yo he criticado varias veces cuando lo hacen otros...

En 1978, el filósofo estadounidense Daniel Dennett (fotografía adjunta) escribió un ensayo filosófico sobre este problema titulado Where am I? (¿Dónde estoy yo?) en el que, haciendo uso del género de la ciencia-ficción, planteaba el problema de la identidad personal en el caso de que llegasen a ser posibles avances científicos hipotéticos, tales como el mantenimiento de un cerebro vivo y activo fuera del cuerpo (aunque conectado con este por wifi), o la descarga del contenido de un cerebro humano en un ordenador.

Se sabe que algunos de los trasplantes que sí son posibles (como el de corazón, el de rostro, y hasta cierto punto el de las manos) pueden dar lugar a problemas psicológicos en el paciente, pero su identidad personal no suele ponerse en duda, aunque se sienta raro al saber que una parte de su cuerpo ha pertenecido antes a otra persona. Tampoco hay problemas de identidad cuando a un individuo se le realiza un poli-trasplante de corazón, hígado y pulmones, por ejemplo.

En otro artículo de este blog expliqué cuáles son las cuatro teorías filosóficas clásicas sobre el problema de la mente. Las repito aquí, en el contexto del trasplante de cerebro:

  1. Monismo reduccionista o funcionalismo biológico: la mente está totalmente determinada por el cerebro, y este por la red de neuronas que lo constituye. El pensamiento humano es un epifenómeno. La identidad personal y la libertad de elección son ilusiones. Somos máquinas programadas. En este caso, es evidente que, en caso de trasplante, la identidad personal acompañaría al cerebro.
  2. Monismo emergentista: la mente es un producto evolutivo emergente con auto-organización, que ha surgido como sistema complejo a partir de sistemas más simples formados por las neuronas. También en este caso, sin duda, la identidad personal acompañaría al cerebro trasplantado.
  3. Dualismo neurofisiológico: la mente y el cerebro son diferentes, pero están tan íntimamente unidos que llegan a constituir una unidad, son dos estados complementarios y únicos de un mismo organismo. No veo ninguna dificultad para que también aquí saquemos la misma conclusión que en los dos casos anteriores.
  4. Dualismo metafísico: la mente y el cerebro son dos realidades diferentes. La primera es una sustancia espiritual y no espacial (que tradicionalmente se llama alma), capaz de interaccionar con el cerebro, que es material y espacial. Ambas entidades pueden existir independientemente la una de la otra, aunque el cuerpo sin el alma acaba por descomponerse. Pero si el alma es una entidad que interacciona con el cuerpo a través del cerebro, y este es trasplantado a otro cuerpo, ¿por qué no va a seguir interaccionando con él? Si el alma actuara a través del conjunto del cuerpo, y no sólo del cerebro, cualquier trasplante, incluso de piel, provocaría problemas de identidad, cosa que evidentemente no ocurre.

Mi conclusión, por tanto, es esta: de acuerdo con las cuatro teorías filosóficas, la identidad personal acompañaría al cerebro después de un hipotético trasplante, por lo que, si esta operación llegase a ser factible, no proporcionaría ninguna prueba discriminatoria que permitiera apoyar o echar abajo alguna de esas teorías.

Finalmente, como me han preguntado directamente cuál es mi opinión personal sobre este asunto, diré que es obvio, por el resto de mis artículos, que yo no soy materialista, y que pienso, con Teilhard de Chardin (fotografía adjunta) y otros autores, que la consciencia es una de las propiedades fundamentales del universo, aparte y además de la materia, pero en estrecha relación con ella. Por lo tanto, no acepto ninguna de las dos posiciones monistas. Respecto a las dos posturas dualistas, por ahora intento mantener la mente abierta.

El mismo artículo en inglés

Escrito en respuesta a los comentarios de Frank y Ana Márquez
Agradezco a José Amengual, que me proporcionó el artículo de Dennett

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